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CONCEPCIÓN DEL TÉRMINO

La terminología en griego nos plantea que la palabra catarsis significa kathar(o)- καθαρÏŒς gr. 'purο' + -si(s)/-s(o)- gr. 'acción'=purificación y proviene de la tragedia griega. En la Poética (1987) de Aristóteles, se habla de ella como la facultad que tiene la tragedia por suscitar el phobos (miedo, temor) y el eleos (piedad, compasión) en el espectador; de manera que al sentir estas emociones se purga el alma, pues el espectador se identifica con el héroe trágico en sus bajas pasiones y padece, después comprende el distanciamiento del drama trágico y siente compasión por éste. La catarsis es una de las intenciones y una de las consecuencias de la tragedia.

 

Un concepto clave para entender el proceso catártico en la tragedia es la mímesis. Aristóteles (1987) la menciona como una condición natural del ser humano y se desarrolla desde su niñez, “el hombre se distingue de los animales: en que es muy hábil en la imitación y su aprendizaje inicial se realiza por medio de la mímesis” (Aristóteles, citado en González, 1987. p. 51). Además, Aristóteles declara que “la tragedia es mímesis de una acción noble y eminente” (Aristóteles, citado en González, 1987. p. 55). Por ende, el espectador al presenciar la tragedia, sufre de mímesis y se reconoce a sí mismo consciente o inconscientemente en el otro: personaje ficticio; esta disposición revela el indicio de la catarsis.

 

Edipo y la Esfinge (1864) de Gustave Moreau. Edipo Rey es una obra trágica universal escrita por Sófocles, que como expone Sigmund Freud, su drama exhibe una realidad a la que todos estamos sujetos a vivir en algún momento. Él lo llama complejo de Edipo y por esto, es un clásico teatral que siempre estará vigente en términos catárticos, pues siempre a través de mímesis, inconscientemente reviviremos o viviremos las emociones de ese hecho.

Tomada de: http://amoelbarroco.tumblr.com/post/361676993/edipo-y-la-esfinge-de-gustave-moreau. (13\09\2013)

Patrice Pavis en su Diccionario de teatro: dramaturgia, estética y semiología (1998), hace un registro temporal-perceptivo que muestra la visión del término catarsis; comenzando desde el Renacimiento hasta las reflexiones del dramaturgo alemán Bertolt Brecht. Para esta búsqueda nombraremos dichas interpretaciones[2].

 

Desde el Renacimiento al Siglo de las Luces, el cristianismo juzga negativamente la catarsis, le atribuye la aceptación del sufrimiento y la tolerancia de la visión del mal, “o incluso en Rousseau, que condena el teatro reprochando a la catarsis no ser otra cosa que ‘una emoción pasajera y vana […] una piedad estéril’” (Pavis, 1998. p. 65). En la mitad del siglo XVIII, Diderot reflexiona la manifestación de la catarsis en la dramaturgia trágica como un mecanismo educativo; él y Lessing señalan que el fin de la catarsis no es necesariamente eliminar las pasiones del espectador, por el contrario las transforma y genera la participación emocional.

 

Para finales del siglo XVIII, Schiller vuelve a venerar su encanto, ve en ella “una invitación de tomar conciencia de nuestra libertad moral” (Pavis, 1998. p. 65). Igualmente Goethe se muestra entusiasta y percibe la catarsis, como la mediación de las bajas pasiones del ser humano. Y finalmente, Brecht la ve como “la alienación ideológica del espectador” (Pavis, 1998. p. 65).

 

Ahora bien, veamos la catarsis de manera fisiológica desde el punto de vista de María Lapoujade. Ella en su artículo La noción de catarsis, encrucijada del pensar (1993), nombra el hecho catártico “como procedimiento de ‘higiene’, en cuanto elimina ciertos tóxicos emocionales, situada en la imperceptible frontera entre lo orgánico y lo psíquico” (Lapoujade, 1993. p.228). La autora introduce el término en el campo de la medicina, dice que la catarsis “se pone al servicio de la salud” entendiendo la conexión directa del cuerpo y la psique. Además, Lapoujade también manifiesta la idea de catarsis en el teatro como el placer del sufrimiento; las emociones experimentadas en la tragedia son conmovedoras, desgarradoras, contrarias a la alegría, pero como Lapoujade bien dice “el hechizo del arte torna gozoso ese dolor, el placer del dolor. La catarsis de la ficción trasmuta el dolor en gozo” (Lapoujade, 1993. p.229).

 

 

EL HECHO CATÁRTICO Y EL PSICOANÁLISIS

En 1893 se hace público el primer manifiesto del método catártico y su revelación terapéutica frente a la histeria. Josef Breuer fue el creador de este método y junto a Sigmund Freud lo desarrollaron para el tratamiento de las psicopatologías en pacientes histéricos. Breuer y Freud adoptaron este concepto de la tragedia griega y lo trasladaron al consultorio.

 

Retomemos nuevamente la noción de catarsis como la excitación interna purificadora generada por un estímulo externo (como el teatro o el terapeuta); cuando la catarsis es introducida al psicoanálisis, vemos que el soporte de este método es la teoría del trauma, la cual expone que el ser humano tiende a guardar experiencias emocionales negativas ligadas a circunstancias[3] que no permitieron una reacción enérgica efectiva a este suceso y por consiguiente se generó un acontecimiento traumático.

 

Como lo expresa Freud en su libro Estudios sobre la histeria (1985), estas experiencias o recuerdos traumáticos “actúa[n] a modo de un cuerpo extraño, que continúa ejerciendo sobre el organismo una acción eficaz y presente, por mucho tiempo que haya transcurrido desde su penetración en él” (Freud, 1985. p. 7). Al tratar a sus pacientes de histeria, se dio cuenta que estos recuerdos causantes del fenómeno histérico, no sufrían de “desgaste” como los demás que son llevados al “olvido” y son carentes de eficacia afectiva; además, muchos de sus pacientes padecían de histeria por estímulos no resueltos de la infancia; parecería extraño que al ser un suceso tan remoto, siga intacto en el cerebro y genere tal intensidad emocional. Sin embargo, Freud declara que los pacientes no tienen registro de estos recuerdos en su memoria, y por eso se recurría a la hipnosis, para generar estados alterados de conciencia (EAC), poder introducirse en la psique de la persona afectada y a través de un interrogatorio, hacer emerger dicho recuerdo con toda la nitidez y vitalidad con que se vivió.

Para que el método catártico sea terapéutico, el paciente debe verbalizar dicho recuerdo, debe traerlo conscientemente a su vida, Freud lo indica como “la confesión”, pues de esa forma se generará la descarga por reacción:

 

Entendemos aquí por reacción toda la serie de reflejos, voluntarios e involuntarios -desde el llanto hasta el acto de venganza-, en los que, según sabemos por experiencia, se descargan los afectos. Cuando esta reacción sobreviene con intensidad suficiente, desaparece con ella gran parte del afecto [del recuerdo] (Freud, 1985. p. 8).  

 

Debemos aclarar que esta descarga por reacción, no es el único medio para liberar las emociones del trauma psíquico; “la labor intelectual asociativa [permite que] […] El recuerdo del trauma [entre], yuxtaponiéndose a otros sucesos, opuestos, quizá, a él, y siendo corregido por otras representaciones” (Freud, 1895. p. 9), entonces,

 

El recuerdo es corregido por la rectificación de los hechos, por reflexiones sobre la propia dignidad, etc., y de este modo logra el hombre normal la desaparición del afecto, concomitante al trauma, por medio de funciones de la asociación (Freud, 1895. p. 12).

 

O sea que en otros casos, la asociación por medio de la representación (actividad de mímesis), hace posible citar el trauma psíquico y aliviar el afecto del recuerdo a través de un proceso de razonamiento intelectual. Este medio de desahogo, es el que imparte el teatro; el hecho catártico se produce en el enfrentamiento del sufrimiento psíquico (recuerdo y situación dramática) generado por el paciente (espectador) y el terapeuta (teatro o en este caso vestuario teatral).

 

[2] Patrice Pavis al definir la catarsis, sugiere consultar en: F. Wodtke, <Katharsis > en Reallexikon, 1955, si es de su interés la historia del término.

 

[3] Freud en Estudios sobre la histeria (1985), habla de dos posibles circunstancias. La primera es por causa social: el medio hacía difícil el desahogo de estas emociones; y la segunda es por el sujeto: al ser tan tormentoso ese suceso, el sujeto quería olvidar y reprimía sus pensamientos y acciones.

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