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EJERCICIO DEL RITUAL

La palabra rito viene del latín ritus y hace referencia a los actos religiosos, ceremoniales o de costumbres que se generan de manera repetitiva y estable. Según el Glosario de Antropología Social y Cultural (2002), estos actos son de carácter simbólico y en ocasiones pueden intensificar o impulsar algún proceso natural y esencial para la supervivencia de una comunidad; también se habla de los ritos de paso que ayudan a trascender una etapa o crisis del individuo. A la celebración o práctica de estos ritos se le llama ritual y es la que resuelve figurativamente los problemas a nivel terrestre de una comunidad.

La experiencia ritual se remota a los periodos más antiguos de la actividad humana. Como indica Richard Schechner, en su libro Estudios de la Representación: Una introducción (2012).

 

Un gran número de sitios cavernícolas y entierros que se originan 20 000 o 30 000 años antes de nuestra era dan fe de un cuidado ceremonial en la manipulación de los muertos y contienen pinturas murales y esculturas que parecen tener una significación ritual (Schechner. 2012. p. 95).

 

Más adelante, Schechner menciona que

 

Los arqueólogos que estudian este “arte” rupestre piensan que probablemente se celebran rituales relacionados con las pinturas y esculturas […] Unas cuantas de ellas representan seres humanos enmascarados danzando, tomadas tanto individualmente como en conjunto; estas obras le hablan a los seres humanos modernos a través de un enorme periodo de tiempo (Schechner. 2012. p. 101).

 

Y aún no frenamos este impulso de ritualizar algunos hechos relevantes o triviales de nuestra vida. 

 

 

 

Pintura de arte rupestre de las Cuevas del Pomier.

Fotografía de Ely Conde Fuente. (9\08\2013)

Pintura de arte rupestre de las cuevas de Altamira y Nerja.

Tomada de: http://alvarorevuelta.wordpress.com/2013/04/23/genesis/. (9\08\2013)

Este profesor estadounidense, define los rituales como “memorias colectivas codificadas en acciones” (Schechner, 2012), habla de la oportunidad de experimentar una “segunda realidad” en la vida cotidiana; asumir posturas, riesgos, transiciones, pasiones reprimidas, que transgreden la disposición ordinaria de la vida.

 

Psicológicamente, los rituales llegan a producir grandes efectos en el sujeto que percibe este acontecimiento y en nuestro caso, dichos efectos son direccionados al espectador activo[4]. “La realización de acciones en forma rítmica y repetitiva puede poner a la gente en un estado de trance. […] las personas están ‘poseías’, ‘transportadas’ o tienen experiencias ‘fuera del cuerpo’.” (Schechner, 2012. p. 100). De manera que, la vivencia de estos estímulos permite encarnar alegorías en nuestro ser.

 

A continuación, hablaremos del chamanismo, pues nos interesa entender cómo esta práctica percute en la psique y en los estados alterados de conciencia (EAC). Su praxis se fundamenta en el ritual, exalta la labor divina del chamán, quien trasciende los límites terrenales hasta llegar a lo sobrenatural y visto desde la neuroantropología, según Michael Winkelman en su texto Shamanism as the Original Neurotheology (2004):

 

Los procedimientos chamánicos intensifican las conexiones entre la sistémica límbico y las estructuras del cerebro inferior y proyectan estas integradoras descargas de ondas lentas y sincrónicas (theta) en el cerebro frontal. Esta dinámica […] eleva el nivel de atención, de conciencia de sí, de aprendizaje y de memoria, y desencadena mecanismos que median el yo […] El ritual chamánico tiene efectos terapéuticos a través de mecanismos que derivan de la dinámica psicobiológica del EAC. (Winkelman. 2004. p. 194-195). 

 

También, Winkelman expone que “Los EAC implican patrones de descarga sistémica en el cerebro” (Winkelman. 2004. p. 198). Y dicho lo anterior, es evidente que el chamanismo libera tensiones, “purga el espíritu”, es catártico y para esta exploración investigativa encontramos en el ritual, esa manifestación de catarsis en una forma de representación semejante al teatro; lo cual nos ayuda a entender de manera certera la fabulación que tiene el material objetual o vestimentario en estas prácticas, pues el ritual en el Diseño de Vestuario y para esta investigación se convierte en vehículo ejemplar del fenómeno.

 

CONSTRUCCIÓN DEL CUERPO Y DINÁMICAS DEL VESTUARIO

El cuerpo humano ha sido objeto de inmensas reflexiones, a nivel general se entiende en él, la constitución anatómica y física del ser humano, se comprende como el conjunto de sistemas orgánicos que constituyen una unidad, una forma.

Para nosotros, el cuerpo no es entendido desde esa estructura material de organismo limitante, nuestro cuerpo se transmuta como escenario del pensamiento, dejamos a un lado la idea del cuerpo-cárcel que mostraba Platón y nos salimos de sus determinaciones, el cuerpo ya no es distante, lo sometemos al desaprender, lo desdibujamos, comenzamos a pensarlo como dice Consuelo Pabón en su texto Construcciones de cuerpos (2013), “como masa múltiple y cambiante, capaz de construirse, luego de pasar por transformaciones y devenires, dependiente de las fuerzas que lo determinan” (Pabón, 2013. p. 1). Nuestro cuerpo es entonces, esa materia maleable que solo es, a través de fuerzas, fuerzas que desde el inicio de la vida las comenzamos a encarnar.

 

Al nacer, estamos sujetos a la cultura, la cual designa patrones de comportamiento, modos, códigos, fuerzas que decidieron por nosotros, la manera de disponer nuestro cuerpo.

 

Para Pabón, las fuerzas sociales, políticas, económicas y eróticas, recaen en el cuerpo y se manifiestan como ejercicios de poder; es insistente a lo hora de manifestar que no sabemos lo que es capaz de hacer un cuerpo. Explica el sentido Nietzscheano del cuerpo “como campo de fuerzas”, que a grosso modo, es “el cuerpo como el resultado de la relación entre fuerzas activas y fuerzas reactivas, fuerzas afirmativas y fuerzas negativas en relación con la vida” (Pabón, 2013. p. 2). Esas fuerzas negativas (la cultura), son las culpables de la rigidez, el carácter y el molde determinante que anestesian un cuerpo, niegan su capacidad de múltiple y lo fatigan. Pero cuando la negación se convierte afirmativa, es decir, en una fuerza activa y creativa, olvida sus hormas, su identidad, sus hábitos y se transforma en cuerpo subjetivo, en un cuerpo que solo en él y desde él declara el pensamiento.

 

[…] cada relación de fuerzas introduce sobre la textura infinita del cuerpo ciertos gestos, ciertos rasgos, ciertas zonas de intensidad. A medida que las relaciones varían, la textura del cuerpo sufre ella misma deformaciones y transformaciones que la hacen diferenciarse cada vez más de la textura procedente, hasta crear una nueva textura, con nuevos rasgos y gestos, que conformarán un nuevo cuerpo (Pabón, 2013. p. 2).

 

Este nuevo cuerpo por su condición crea también nuevas realidades, nuevas formas de existencia que posiblemente se revelan en el cuerpo ritual.

 

Pabón, expone en su texto varias concepciones de cuerpo, una de ellas se nombra El cuerpo se semeja, que muestra el sentido de la semejanza en el pensamiento. La “semejanza es continuidad entre lo divino y lo humano, y de lo humano con lo natural” (Pabón, 2013. p. 4); para este cuerpo, renace la conciencia de nosotros conectados con las fuerzas divinas, cósmicas y crean la relación de unidad. “Los cuerpos son poseídos por esas fuerzas divinas que son quienes determinan su acción.” (Pabón, 2013. p. 5), hacer de la divinidad un modelo para nuestro crear. Esta idea de cuerpo es afín con la figura chamánica o con los cuerpos del ritual, pues ellos son conectados con fuerzas cosmogónicas y cambian su estado natural, trasmutan a seres de actividad inhabitual, son poseídos, dominados por fuerzas sobrenaturales que exhiben esa masa múltiple, dúctil, capaz de crearse y recrearse.

 

Este cuerpo de la semejanza comprende en el ritual las connotaciones catárticas, ya no se vale de un arte literario como en la tragedia griega para suscitar la catarsis, en la práctica del ritual, es un cuerpo dramático quien goza de las manifestaciones de este hecho y se transfiere al espectador por medio de mímesis. Ahora bien, debemos conocer qué viste ese cuerpo dramático y cómo influye al invocar las fuerzas divinas que lo poseen.

 

Luisa Uribe en su tesis El teatro se re-viste. Una lectura del actor según los modos de ser del pensamiento propuestos por Michael Foucault (2003), habla del vestuario (entendido en el ritual) como una cercanía corpórea y mágica hacia las divinidades. “El traje […] es el reflejo de la búsqueda de los hombres para […] encarnar las fuerzas cosmogónicas por una vía tangible y percibida por el cuerpo” (Uribe. 2003. p. 10). El vestuario ritual, llama, invoca, convoca, crea un vínculo cuerpo-mágico que en muchas comunidades primitivas y todavía en las indígenas, hacen de la pintura, el ornamento, el traje: el vestuario, un cuerpo construido y protegido por fuerzas. “Algunos pueblos guerreros recurrían a la pintura del cuerpo como fórmula mágica indispensable para suscitar el miedo en el enemigo” (Uribe. 2003. p. 12). La pintura corporal se expone entonces, como una declaración estética de la cultura concebida desde su pensamiento; recordemos pues que para nosotros, el cuerpo es el escenario del pensamiento.

 

Grupos de indígenas de la aldea Xavante de la Amazonia de Brasil que pintan sus cuerpos de rojo para protección cósmica del espíritu.

Tomada de: http://labafunam.wordpress.com/tag/pnas-xavante/  (12\09\2013)

Representación del espíritu Ulen en la comunidad Selk-Nam.
Iniciación adolescente Hain. Los Selk’nam u Onas son habitantes nómadas de Tierra del Fuego (Argentina y Chile) y su ritual de iniciación  llamado Kloketen o Hain, se realizaba en una choza oscura especialmente creada para ellos. Fotografía de Martin Gusinde. (13\09\2013)

 

Por lo tanto, el vestuario ritual no representa, presenta, pues el traje asimila ese cuerpo dramático semejante y materializa las fuerzas cosmogónicas que quiere encarnar el sujeto al portarlo (posiblemente chamán, guerrero, sacerdote, jefe de tribu, etc.); entonces, el vestuario es parte de la unidad y asimismo es pensamiento. También, ese cuerpo dramático al implementar elementos simbólicos, intrínsecos en el imaginario colectivo, genera provocación, hay resonancia de poder, pues en su contexto, esos elementos ya están percibidos como figuras de poder,

 

El Jaibana pinta su cara de rojo con bija (bixa Orellana) o achiote, semejando el rostro de un felino, [para su comunidad, el poder del felino se incorpora en su ser]. […] Se crea entre el Jaibana y la esencia una relación de simpatía. Las figuras que significan poder, status, velocidad, dominio, fortaleza se hacen presente en el cuerpo del Jaibana (Uribe, 2003. p. 15).

 

Es de esta manera, en que las dinámicas del vestuario en el ritual, generan una segunda piel para el cuerpo dramático, pues como lo vimos anteriormente, es el vehículo de encarnación de las fuerzas divinas con el sujeto, y por tanto, también es uno de los conductores del hecho catártico para las personas que presencian el acontecimiento ritual. 

 

Inti Raymi es una ceremonia religiosa de los Incas, que acontecía en el solsticio de invierno para invocar al padre sol (Inti). Ésta era la fiesta más importante de las cuatro que celebraban los Incas. En la fotografía podemos ver el momento del canto al Inti, el emperador Inca con las manos en lo alto, seducía las fuerzas del padre sol y lo atraía al mundo terrestre. Vemos claramente unas intensiones muy específicas en el vestuario, pues éste suscita fuerzas de poder en el emperador y se convierte en mediador para la invocación de esas fuerzas. Además, simbólicamente para su comunidad y su fin, es el hombre divinizado. En la actualidad, la ceremonia es representacional.

Fotografía de Percy Hurtado Santillán. (5\10\2013)

 [4] Este calificativo de espectador “activo” lo desarrollaremos más adelante en el capítulo titulado El espectador actual. 

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